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Foto del escritorMaday C. Doria

Terremotos, huracanes y bombas nucleares.

Podía sentir el crujido de fragmentación detrás de su piel, y pensó en un perfecto plan maestro. Redactó ideas, dibujó mapas, trazó caminos. Fijó tiempos, planeó formas y escribió mil maneras de mantenerse a salvo y exento de cualquier desastre.

Cuando terminó, compró un bote, cargó consigo sus pocas cosas y subió a bordo todos sus planes. Emprendió el viaje convencido de que ya nada pudiera salir mal, ahora sería distinto.

Recordó aquella zona del desastre, el epicentro de la catástrofe que terminó con todo a su paso dejando todo en ruinas. Se sumergió mar adentro y contempló las estrellas, navegó persiguiendo al sol con la esperanza de encontrar algo al otro lado.

De pronto, un viento azotó la ventana de su habitación. Se tiró la veladora encendida que estaba en su mesa. Prendieron fuego sus garabatos, todos sus mapas, los libros, los dibujos, las ideas.

Se agitó el barco y el estruendo de un relámpago sacudió todo el sitio, comenzaba la tormenta que apagó el incendio, mientras el viento arrasaba con los restos que quedaron.

Era un maremoto. Comenzó el naufragio.

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