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Foto del escritorMaday C. Doria

Reloj de arena, de agua. v.2.0

Últimamente tengo la impresión de que me estoy quedando sin arena. No es que tenga miedo de pasar más allá, pero existen cosas que no he vivido todavía.

Sé que inevitablemente a todos se nos acaba el tiempo, se hizo de noche, se terminó el juego, se acabaron las vidas. No rescatamos a la princesa, no hay objetivos; se apaga el televisor y no hay forma de comenzar de nuevo, empezar de cero. Enciéndelo, sopla, sopla, un golpe, ¡reinicia!…es hora de dormir.

Existió en un fragmento del pasado al que llamamos historia, un mecanismo. Era un aparato que danzaba conforme transcurrían sucesos, resultó muy poco efectivo, puesto que al someterse al calor, desaparecía quién bailaba, y cuando estaba helado, se detenía. Clepsidra.

Era idéntico al reloj de arena, pero de agua; generalmente se utilizaba por las noches, cuando un astro dormía y dejaba prácticamente inservible nuestro medidor de sombras.

Vivimos justo en el momento en el que vamos creando lo que no existe, Olvidamos mirar las estrellas, sus constelaciones; la luna, sus fases, los efectos…ya no observamos.

Alarmas, cronómetros, calendarios… Nos mandamos mensajes al futuro para despertar día a día (excepto los fines de semana), a la hora programada y alistarse, estar preparados justo a la hora exacta para no llegar tarde al trabajo.

Un mensaje al futuro, los siete días de la semana, para recordar que es mediodía y hay que comer. Recordar agendas, fechas, pagos, cumpleaños… Un mensaje más, para recordar asistir a ese concierto marcado en el calendario.

Intentamos desesperadamente obtener tiempo a crédito; hacemos planes, trazamos rutas; y hasta nos damos el lujo de decir frases como: ‘no es tiempo’, ‘aún no estoy lista’; como si fuéramos eternos.

Olvidaré mis viajes al futuro, mediré mi existencia con el paso del agua y la congelaré. Justo en el borde.

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