“Mujer no identificada muere al ser atropellada, el culpable se dio a la fuga, no hay testigos que den más información”.
Se leía en los titulares del noticiero de las siete, en la radio, en las redes sociales, los automovilistas molestos cambiaban de estación frustrados y atorados en el tráfico “llegaré tarde al trabajo”, decían mientras sonaban los claxons, como si pudieran apresurar el paso de los autos.
Eran las dos de la mañana del miércoles, Paula llegó tarde a casa y su madre esperaba aun despierta, “déjame vivir mi vida, amargada”, le gritó y azotó la puerta de su cuarto realmente molesta, todos los días le preguntaba acerca de su día, si había ido a la universidad, si había comido, si todo iba bien con ella. Deseaba que dejara de entrometerse en sus cosas y dejara de preguntarle sobre todo.
La misma historia cada día, todos los días.
Hoy sonó el despertador, cinco treinta, la mujer se levantó como todos los días, arregló sus cosas, desayunó y le preparó el desayuno a Paula, que aún se encuentra dormida. Falda negra, blusa blanca, zapatos color azul. Salió de casa rumbo al trabajo, ojerosa, pintaba para ser un día pesado como todos los demás, era miércoles y se quedaría hasta tarde para poder sacar algo extra y completar el dinero de la renta.
Caminó ocho cuadras, se hacía tarde y tenía que apresurarse, volteó hacia ambos lados antes de cruzar esa avenida, pasó lo inevitable.
Quien conducía el auto iba tarde y no le importó pasarse el rojo “no hay tráfico”, se dijo y aceleró. Un parpadeo y no pudo esquivar a la mujer que se encontraba en medio del camino, se dio a la fuga.
Se escuchó un grito, “llamen a una ambulancia” decían, un par de personas corrieron a darle auxilio, sonaban las sirenas a lo lejos, era demasiado tarde.
Ahora había un cuerpo no identificado tendido en la calle, el culpable había huido.
Paula, aún se encuentra dormida, su madre no llegará hoy a casa.
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