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Foto del escritorMaday C. Doria

LOS CALCETINES DE TRES COLORES CON RUEDITAS

-Hola. ¿Estás ahí?

Su móvil parpadeó y emitió un pitido, eran las 2:30 de la madrugada y apenas había logrado conciliar el sueño cuando de repente el tono de notificación logró despertarla nuevamente.

Abrió los ojos y tomó su celular, era un correo electrónico en cuyo asunto decía:

 “Tienes un mensaje nuevo de Nana”.

-Bah, tonterías. ¿Quién podría estar despierta a esta hora?

Puso en reposo nuevamente su teléfono, cerró los ojos, se recostó con la cabeza hacia abajo en contra de su almohada intentando dormir de nuevo. Dos minutos más tarde recordó esa aplicación que había instalado al llegar de su trabajo mientras se terminaba aquel frost de cereza que compró en camino a su departamento.

Era un viernes, como a las 11:25 de la noche y sus rommates seguramente se habían ido de fiesta, estaba muy aburrida y pensó que era algo tonto vivir en el centro de una de las ciudades más grandes e importantes del país y ella, siendo viernes, se encontrara sentada en el balcón recorriendo el timeline de todas sus redes sociales. De pronto decidió que era hora de empezar a conocer gente y no existía forma de conocerla si se quedaba en casa leyendo y escuchando música esperando a que algo sucediera. Así que abrió su Play Store y apareció:

Badoo – Haz amigos nuevos. Instalar, aceptar, abrir.

Al abrir la aplicación solo agregó a su perfil una de sus fotografías más recientes y pensó que aquello era una estupidez. Entró a su habitación, se tumbó sobre la cama e intentó dormir.

-Estoy aquí. Respondió.

La foto del perfil de Nana no resultaba desagradable, así que no lo pensó demasiado antes de seguir con la conversación, antes de darse cuenta estaba enganchada con querer saber más de ella.

Nana era mayor solo un año, vivía a unos 40 minutos de su departamento si tomaba el autobús que hacia su parada justo enfrente del 7-Eleven donde había comprado el frost al salir de su trabajo.

Resultó, que sorprendentemente Nana trabajaba en el mismo edificio que ella y en el mismo horario. Le resultó poco creíble que después de seis meses trabajando en el mismo edificio, no se hayan encontrado ni por casualidad una sola vez. Le pareció muy gracioso, porque tenían todas las probabilidades posibles para coincidir y encontrarse, sin embargo, no lo habían hecho. Fue necesario llegar a casa, estar aburrida, descargar una aplicación al azar y despertarse a mitad de la noche con el sonido de una notificación, para saber que existía una mujer de veinticinco años llamada Nana, que ahora le estaba pidiendo que le pasara su número de teléfono, como diciéndole ¿Me das permiso de entrar en tu vida? Y sin pensarlo siquiera un poco su respuesta fue SI.

¿Maya?

– (En donde me escondo) pensó. Si, ¿Tu eres Nana?

El ruido del ajetreo de un sábado por la mañana la despertó. El sonido de las personas, los vendedores ambulantes, autobuses, autos, claxons, bocinas. La misma sinfonía que le daba la bienvenida cada uno de los días de la semana se hizo notar ese sábado también, era tarde y recordó que tenía que visitar a sus padres, quienes vivían a un par de horas de la ciudad.

-Tienes que levantarte, ya me tengo que ir.

-No tengo calcetines limpios.

¿Qué tenía que ver que especialmente ese día no tuviera calcetines limpios para poder levantarse, vestirse e irse a su casa? Nana tiró de su mano y la llevo hacia ella de nuevo a la cama. La abrazó y la besaba mientras decía a pausas: No – me – puedo – ir – si – no – tengo – calcetines – limpios.

 -Nana, has despertado conmigo innumerables ocasiones y te marchas vestida de la misma forma.

-¡Vamos a comprar calcetas!

Salieron del apartamento, Maya puso llave a la puerta y  salieron del edificio. Para su suerte vivía justo en el centro, así que a donde quiera que volteara había vendedores ambulantes y comerciantes vendiendo un sinfín de artículos. Siempre pensó que vivir ahí era lo más práctico del planeta ya que todo estaba al alcance de sus manos, desde comida callejera hasta prostitutas. Un mall enorme, todo en un mismo lugar.

Cruzaron la avenida, había un anuncio que decía “Calcetas 1 x 25 y 3 x 50”. Nana, emocionada, se tomó todo el tiempo del mundo en elegir sus 3 pares de calcetas, cuando terminó dijo: Elige unas para ti, yo te las regalo.

Eran como una pareja que no era una pareja, caminaban por la calle tomadas de la mano, pasaban los días alternando los lugares donde podrían pasar la noche, en ocasiones en el apartamento de Maya y otras veces pasaban los fines de semana en casa de Nana. Todo era perfecto, ya que no existía entre ellas ningún tipo de compromiso o atadura, estaban juntas cuando ellas lo querían y nadie tenía derecho de reprocharse nada. Es lo que se acomodaba mejor ya que Maya no tenía intenciones de cargarse compromisos de ningún tipo con nadie,  hasta que llego el día en que Nana le propuso que viviesen juntas con el argumento de ahorrar compartiendo gastos.

-Éstas.

-¿Estás segura? Maya, hay un montón de calcetas, ni siquiera la has elegido. Mira, acá hay de otros colores y diseños.

-Quiero éstas.

-Está bien, elige otras dos.

-No, solo quiero éstas.

-Está bien.

Pagó los 4 pares de calcetines y salieron de la tienda, cruzaron la calle y caminaron por toda la acera hasta llegar al 7-Seven a esperar el autobús que llevaría a Nana a su casa.

Abrió los ojos.

Celestes con gris y rosas, están divididos en tres partes a lo largo y tienen círculos negros y blancos de diferentes tamaños, distribuidos aleatoriamente, son un par de calcetines que el día de hoy lucen ya desgastados. De todos los pares de calcetines que han pasado por el armario, es el único par que permanece con su compañero hasta hoy, quizá porque resulta una tarea casi imposible perderlos a diferencia de los que son de un color uniforme.

Era sábado, despertó y palpó a su alrededor buscando el móvil, lo tomó  y se dirigió directo al sanitario. Mientras se encontraba sentada en él, observó con detenimiento sus pies.

[…Me pregunto porque no elegí un par de calcetas más. Quizá era necesario descargar una estúpida aplicación para que el día de hoy pudiese tener un par de calcetines viejos, pero completos. ¿Qué hubiese pasado si hubiese elegido otro par de calcetines más?, ¿Qué hubiese pasado de haberme fugado a vivir con Nana?, ¿Qué vida estuviese viviendo ahora?]

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