Ella era tan libre que decidí no hablarle, la vi volando, sonreía, me hacía tanto sonreír que no quise opacarla, no quise oscurecerla con mi locura.
La quería, claro que la quería, me gustaba observarla desde lejos sin tocarla, verla amanecer, atardecer y anochecer a mi lado, el tiempo simplemente pasaba, podría terminarse el mundo entero y apenas lo habríamos notado.
Ella era tan libre, que cuando vi la jaula no quise arrastrarla conmigo y al mismo tiempo sin darme cuenta, ella también se marchaba.
Era libre y yo no lo sabía.
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