Debería ser delito plantar jardines. Y yo, debí haber denunciado aquel día en que arrancaste aquellas rosas rojas, cuando me besaste y tomaste mi mano mientras la herida sangraba, lo pasé por alto y me marche feliz a casa, con el arma homicida entre las manos.
Debería estar prohibido poder hablarte y sentirte cerca aún y cuando estoy con ellos. Debería estar prohibido latir por ti, sentir por ti, besar el recuerdo de tus labios. Ya he dejado de contar todas las veces en las que apareces y desapareces como si jugaras a hacer magia. Ya conozco este espectáculo. Sé cómo termina.
Se me acaba el tiempo, no encuentro la llave y estoy a punto de dejar de… Respiro, aún no he dejado de creernos.
Hoy, siendo suicida, cargo conmigo una granada, por si insistes en marcharte y así hacerla explotar al ver que te alejas. O quizá pegaré a mí cuerpo una bomba, la programaré y explotará con tus ojos, cuando ya no desees verme. Me lanzaré al vacío desde el punto más alto si no te quedas. Sin paracaídas.
Debería ser delito vender flores. Y yo, siendo suicida, juego a la ruleta rusa. Aprieto el gatillo.
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