Un balde de agua fría, directo a la cabeza, inesperado.
Sabría que la vería, no tenía expectativas, llegué al sitio, se encontraba tocando covers en el escenario recreando momentos del pasado, entonces, el lugar se trasladó en el tiempo, como unos diez años hacia atrás.
Intervino el alcohol, pienso que fue la excusa perfecta cuando falta valor, ella lucía perfecta, emitía esa vibra tan de ella que hacía sentir cómodos a todos en el lugar. Le mire a los ojos, lucía cansada.
Encontró la forma de estar sola frente a mi – Realmente estas muy bonita, me gustas, dijo ella. – Espero lo recuerdes por la mañana, contesté.
Sonreía, se tambaleaba, de pronto nuestros labios se tocaron y resultó imposible detenernos, me besaba, tomaba de mi mano y me abrazaba a cada oportunidad que encontraba. Me transmitia tanta paz que fue imposible no querer sentirla cerca.
“No se que pasara en mi vida a partir de hoy”, confesó.
Yo, estando justo en este proceso de transformación me pregunto. ¿Acaso ella forma parte del siguiente ciclo, será la siguiente lección por aprender?
Le besé la mejilla mientras dormía y me marché a casa.
Al despertar aún recordaba sus palabras.
Me pregunto si esa historia inconclusa esperó el momento adecuado para comenzar a ser contada.
Quizá mi trabajo no es hacer preguntas sino dejar que fluya.
De una forma u otra estoy segura que el universo nunca se equivoca, bienvenida a bordo.
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