Fue como si su subconsciente jugara consigo, pues olvidó en casa de los padres de Ella aquella hielera roja que siempre llevaba a todas partes. Como si no hubiese sido suficiente el check list que hizo en su cabeza antes de irse a casa, asegurándose que no le hacía falta nada antes de pedirle que la llevara.
Ella manejaba a toda prisa, Maya solo quería marcharse y nunca volver a verla, cuando llego el momento de la despedida, se abrazaron, Maya tomó de su mano y la llevó hacia dentro de la casa, la tomó de su cintura y la empujó hacia su cuerpo, se tomaron con fuerza de la espalda y se besaron con coraje. Ambas sabían que no podían despedirse y dejar todo inconcluso.
Subieron las escaleras y entraron a la habitación, hacía calor, sudaban y sus cuerpos ardían. Maya le arrancó la ropa con toda la intensión de cojerla, poseerla y hacerla totalmente suya para después marcharse y no volver a verla.
Ella, se le montó encima y la sometió tomándola de ambas manos, la arañaba, la mordía, la besaba con desesperación y coraje. De pronto, la casa no estaba sola y tenían que marcharse.
Pelearon, gritaron, hablaron sobre el compromiso, sobre todo lo que Maya quería, lo que Ella no deseaba darle, pelearon por la falta de confianza, el desinterés y por todas las cosas que ambas continuaban haciendo mal y sin pretender siquiera llegar a un acuerdo.
Regresó a casa.
–
Cierto tiempo después, Maya regresó por el objeto olvidado, Ella la abrazó, y ninguna de las dos supo cómo reaccionar, se sentaron en distintos sofás de la sala frente a frente, se evadían las mirada, les hacía falta un universo de ideas de las cuales hablar.
-¿Puedo pasar a tu baño?, preguntó.
Cruzó por uno de los cuartos para llegar y al salir ahí estaba, se tumbó a su lado sin decir palabra. Ella, por su lado, intentaba provocarla mientras la tomaba de las muñecas y le mordía el vientre, sus pechos, y acariciaba fuertemente su cuerpo. Después, Maya intentó besarla sin lograrlo, pues la evadía.
Decidió marcharse y se paró frente a Ella, quien la tocaba frenéticamente, la intento besar pero ahora era Maya quien se resistía.
-¿Por qué lo haces?, preguntó Maya.
-Porque puedo, respondió.
Salió de la habitación con dirección a la puerta principal, mientras escuchaba como Ella le aseguraba que podía retenerla y tenerla de vuelta cuando ella así lo quisiera, le dijo que la tenía tan segura como en ese momento en que la tenía frente a ella. Que esa maldita hielera roja no era más que una estúpida excusa para buscarla, que terminaría por encontrar más escusas.
Esa era la última vez que se veían, Maya se cercioró de no olvidar ningún objeto estúpido esta vez, cruzó la puerta y subió al coche emprendiendo huida.
No se despidió.
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