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Foto del escritorMaday C. Doria

BORRADOR, PARTE 3 – Quiero sentirme celosa.

De pronto, los ochenta y nueve meses si importaban y la carretera no pareció hacerse mas corta. 

Para Maya la historia ya estaba en la parte del ‘felices para siempre’. Ella, creía que apenas el comienzo de todo un drama.

Ella quería comerse el mundo entero. Maya, por su parte, dejaba que rodara.

-No quiero sentirme segura a tu lado, le dijo.

De pronto, todo dejo de marchar en calma, le sugirió salir con otras mujeres, provocarla, para estar consciente de que en cualquier momento Maya podría marcharse.

Le sugirió que olvidara llamarla , que no atendiera a sus llamadas, que hiciera planes sin ella y sin avisarle, que saliera, que bebiera, incluso, que besara otros labios que no fueran los de ella.

Quería sentirse celosa de no tenerla cerca, que fueran otras las que estaban a su lado y no a ciento cuarenta y tres kilómetros de ahí, como ella. Quería dudar de Maya, sentirla lejos y así aferrarse.

Maya aceptó.

Ella, no la conocía, sabía nada de Maya. Maya, le mostró la mejor parte.

La primera vez, tuvo miedo a entregarse y le llamó diciendo que lo suyo no funcionaría, y así, sin mas explicaciones colgó, desapareció días enteros hasta que Ella llegó exigiendo argumentos. Lo intentaron de nuevo.

La segunda, Maya deseó salir con otra sin dejar de verla y salió con la idea de mantener una relación abierta, ambas podrían salir con quien quisieran y nada pasaría. Ella aceptó y antes de que Maya se diera cuenta, Ella ya salía con otra y le gustaba, le llamaba, le buscaba…

Pasó lo inevitable y Maya no tuvo la intención de ponerla a decidir, así que lo hizo por ella.

– Quédate con ella, le dijo.

Días después se vieron, Ella lucía una blusa blanca de tirantes escotada, que lograba dejar a descubierto una marca roja cerca de su seno izquierdo, le dijo que se había enamorado y se merecía la oportunidad de intentarlo.

Le contó de forma despiadada sobre la forma en que hacían el amor, la manera en la que la otra besaba su cicatriz en la espalda, su sonrisa y como la cuidaba y protegía. Mentía, llamó siete días después con la escusa de extrañarla. Quería intentarlo de nuevo.

Esto se sentía igual, era la misma sensación pero invertida.

A la primera oportunidad que tuvo, Maya se encontró besando otros labios, y le daba igual a quien pertenecían.

Bajaban a toda prisa por una pendiente, extrañaron aquello que nunca habían tenido, y era demasiado tarde para detenerse.

-Tomate un tiempo en pensar que es lo que quieres de nosotras, llama cuando tengas tu respuesta.

Llamó de nuevo, pero no tenía una respuesta.

Colgó.

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