Que tan solos nos sentimos, que necesitamos de una aplicación para conocer personas.
Eliges tu mejor perfil y lo pones por foto, que todos vean que te diviertes y viajas mucho. Escribes la mejor descripción sobre ti mismo para hacerte ver interesante, intelectual, inteligente. Algo breve, que suene misterioso, que cause curiosidad.
Deslizas a la izquierda innumerables veces el pulgar; o lees la descripción, observas cada una de las fotos, haces una rápida evaluación antes de deslizar a la derecha.
It´s a match!.
Un saludo breve, luego preguntas casuales, ‘¿dónde vives?’, ‘¿a qué te dedicas?’, ‘¿cuántos años tienes? Después, si no encuentras pretextos, WhatsApp.
-¡Deberíamos salir y conocernos!. Deciden un encuentro, una fecha, un lugar, una hora determinada del día. Un punto neutro en algún lugar concurrido. Se encuentran frente a frente, dos desconocidos hasta por ellos mismos, bromean y el día acaba.
‘Deberíamos volver a vernos’.
La frecuencia de sus pláticas se pone intermitente hasta desaparecer, o hasta que alguien se acuerda del otro mientras siguen jugando a deslizar sus pulgares.
Te sumerges ante una búsqueda interminable de aquello que tal vez no existe. Para ellos, todo está bien, es divertido, suena genial; te aprueban sus pulgares mientras desean esa vida que aparentas.
También quieres para ti eso que tus ojos ven en la pantalla, haces clik y apruebas también sus vidas.
Ellos se encuentran igual, exactamente igual que tú.
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